Es todo lo que somos, un par de cerebros luchando por sincronizarse, dos
almas martirizadas por el propio entorno que eligieron. Nos negamos a entrar en
cuenta de que buscamos sanar heridas anteriores, pero abrimos nuevas en el
proceso.
La retorcida odisea que llevamos en busca de eso que llamamos “Felicidad”
cuando la felicidad no es un estado permanente sino una emoción pasajera provocada
por el entorno.
Pero el anhelo de felicidad, cuando se cruza y retuerce con el miedo,
estanca. Las dudas ya no dejan ver, la lluvia no deja de caer y es ahí cuando
el deseo y el miedo al adiós se aproximan hasta encontrarse, el holocausto nos
invade otra vez.
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