sábado, 8 de diciembre de 2012

...


El triste hálito del olvido invade y arde en mi pecho,
sangra dulce y lento, la herida más hermosa que jamás me hice alguna vez.
Tengo algo en la mirada, luz oscurecida abandona y escurre de mis ojos.
Recorre mi rostro.
Digo tu nombre por última vez, el soplo del suave humo ya no me hace nada,
no siento nada.
Aquellos cigarrillos que me tranquilizaban luego de alguna pelea tonta… no me hacen nada.
Porque por más que te nombre, me culpe,
que quiera y no quiera saber de tu vida,
que te odie y te ame,
te eche de menos y me aleje,
por más que a cada minuto te atravieses en mis parpados
y en mi garganta…
Por más que desee más que nada en el mundo que así sea,
no vas a amarme.
Y mi mente no da piedad ni respiro a mis emociones,
llego al borde de un abismo trémulo,
y tendiendo la mano al vacío,
me hundo…
Me habitas.
Me ciego.
Y caigo.
Mi mente es un mar,
y naufrago bajo y sobre lágrimas, que saben a todas,
y cada una de nuestras memorias.

No hay comentarios: