No es que a veces no te extrañe,
ni que me olvide de vos.
De tus caricias sin razón,
y tus ojos, -que a mi también me regalaste.-
En mi infancia –sospechaba- que tenías algún poder,
Para lograr que con solo un beso y un
par de palabras,
Cualquier dolor pueda sanar.
Hoy es una firme convicción, -al crecer lo confirme.-
Y supe que cualquier manjar solo podía
serlo,
si provenía de tus manos.
(Aun siempre estés apurada.)
También supe que lo mas difícil del
mundo,
no es pedir perdón.
Sino… convencerte.
De que mis palabras victimas de mis
impulsos…
No tienen ningún valor.
Y lo de lo que mas me convencí en mi
corta edad,
es que los abrazos mas dulces,
vienen de tus brazos.
Y que el amor más desinteresado,
tiene tus ojos…
Mamá.
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